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La prosperidad: más allá del dinero
Vivimos en un mundo que grita constantemente que el valor de una persona se mide por lo que tiene: su casa, su cuenta bancaria, el puesto que ocupa o la ropa que viste. Desde pequeños somos bombardeados por esa idea. No es extraño entonces que, al escuchar la palabra prosperidad, lo primero que venga a nuestra mente sea el dinero.
Y es comprensible, porque esa es la definición que el mundo ha construido: prosperidad como “el desarrollo favorable, especialmente en el aspecto económico y social”. Por eso, muchos creen que mientras más dinero tengas, más próspero eres… y más valor tienes.
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hacéos tesoros en el cielo…”
— Mateo 6:19–20
Pero detrás de esa idea hay una realidad dura, silenciosa, y muchas veces ignorada.
Vivimos en una sociedad que no siempre mira el corazón. Mira el currículum. Mira el éxito. Mira lo que puedes ofrecer. Cuando conoces a alguien, es común que te pregunten: “¿A qué te dedicas?” Y según tu respuesta, cambian su tono, su respeto… su interés.
Qué triste y doloroso es que el valor de una vida sea calculado en función del título que cargas o el sueldo que ganas. Qué injusto que, en vez de mirar el alma, te midan por una profesión o un estatus. Así es como terminamos en un ciclo agotador de comparación, de autoexigencia, de insatisfacción. Creyendo que si acumulamos lo suficiente, finalmente seremos aceptados. Finalmente seremos “alguien”.
Pero ¿realmente eso es prosperidad?
“¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?”
— Marcos 8:36
Prosperidad según Dios: una riqueza que el dinero no puede dar
La Biblia nos ofrece una visión completamente distinta. Dios no mide tu valor por lo que tienes, sino por quién eres en Él. La prosperidad que viene de lo alto no se basa en cuentas bancarias, sino en una vida llena de propósito, paz, gratitud y comunión con el Creador.
“El contentamiento trae gran ganancia, cuando va acompañado de la piedad.”
— 1 Timoteo 6:6
Por eso, no es sorprendente que haya personas con fortunas impresionantes… y corazones vacíos. Personas rodeadas de lujos, pero atormentadas por ansiedad, depresión o una profunda sensación de vacío. Porque lo que el alma necesita no se compra.
La verdadera prosperidad es vivir con lo esencial, tener un corazón en paz, aprender a decir “gracias” incluso en la escasez, y saber que estás caminando en el propósito eterno para el cual fuiste creado.
“El Señor es mi pastor; nada me faltará.”
— Salmo 23:1
Es mirar tu vida, aunque imperfecta, y saber que no estás solo. Que aunque falte mucho de lo que quisieras, tienes todo lo que necesitas… porque tienes a Dios.
Una prosperidad que no se agota
La prosperidad de Dios no se desgasta con el tiempo. No depende de si tienes trabajo o si alcanzas tus metas este año. Es una prosperidad que se sostiene incluso en el dolor, en las temporadas difíciles, en los momentos en los que todo parece romperse.
“Yo he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.”
— Filipenses 4:11
Esa prosperidad nace cuando decides confiar. Cuando eliges descansar en que Dios sigue siendo bueno aunque tus planes no salgan como esperabas. Cuando, en medio del caos, puedes mirar al cielo y susurrar: “Tú sigues aquí, y eso me basta.”
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
— Filipenses 4:19
Prosperidad con propósito
Dios no quiere que vivas afanado por lo que no tienes. No quiere que vivas persiguiendo aceptación a través del rendimiento, ni que te compares con otros para sentirte valioso. Su deseo es que vivas una vida con plenitud, sin miedo, sin ansiedad, y con gozo verdadero.
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego…”
— Filipenses 4:6
Dios quiere que estés arraigado en Él, no en las circunstancias. Que tus raíces estén firmes en Su verdad, no en los aplausos del mundo. Que encuentres prosperidad en la obediencia, en la fe, en el descanso de saberse amado y sostenido.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto…”
— Juan 15:5“El hombre arrogante suscita rencillas, mas el que confía en el SEÑOR prosperará.”
— Proverbios 28:25“Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”
— Mateo 7:8
La prosperidad verdadera
La verdadera prosperidad no se mide por lo que posees, sino por lo que permanece cuando todo lo demás se va.
Es tener paz cuando todo está en silencio.
Es tener gozo en medio de la prueba.
Es sentir gratitud aunque falte algo.
Es caminar con propósito, aunque el camino sea incierto.
“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
— 3 Juan 1:2
Eso es prosperidad.
Eso es plenitud.
Eso es bendición.
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One response to “La prosperidad: más allá del dinero”
Amén!